Desarrollador de videojuegos o titiritero de experiencias

Que pasó en Fortnite evento agujero negro

Los videojuegos son uno de los mejores inventos del siglo pasado. Lo que en un principio no era más que mero entretenimiento basado en cuatro pixeles, hoy son ventanas a mundos detrás de una pantalla. No son reales, pero en el momento que tomamos el control, algo se rompe. Hay algo que sucede.

El domingo pasado, Fortnite llevó a cabo un evento para despedir su décima temporada. Hasta allí, nada de otro mundo, excepto por una cosa: el videojuego logró abrir un tajo en la pantalla y extrapolar el evento a nuestras vidas, a la realidad.

Lo que digo puede sonar una locura. Y, de hecho, lo es. El evento de Fortnite inició con una cuenta regresiva. Algo tenía que pasar, ya sea por la lógica a seguir de eventos anteriores, pero, además, por las expectativas generadas por las cuentas de Epic Games “El fin de Fortnite”, anunciaban.

A las 13.50 horas del domingo en Argentina, mi hermano toma el control de PS4, se dirige hacia el videojuego y comienza la búsqueda de un lobby. Es una experiencia casi idéntica a la de ir a un evento cultural cualquiera y buscar un asiento para disfrutar del espectáculo. La diferencia radica en la comodidad: estábamos con caras de sueño, mal vestidos, tirados en sillas repletas de ropa desordenada, en nuestra casa.

De repente, el juego soltó un mensaje que no recuerdo con exactitud, pero indicaba que no había más espacios libres en ninguna de las salas. Esto nos pareció extraño. Probamos, una y otra vez, hasta que los minutos dieron el “tic-tac” final: el evento estaba por comenzar.

Frustrados, nos quedamos en la interfaz de Fortnite mirando las reacciones de creadores de contenido al evento por medio de YouTube. Observamos una suerte de cohetes yendo de un lado hacia otro del mapa. Luego, una luz destellante en el medio del lugar. Continuó con la elevación de los jugadores, llevándolos hasta un punto en el que la vista era enteramente panorámica. Un núcleo se abre, casi un portal, y empieza a tragarse todo. Realmente era el fin.

Pero al mismo tiempo, sucedió otra cosa. Mientras yo miraba el evento desde la pantalla de mi smartphone, mi hermano me resalta que en el videojuego puesto en nuestro televisor algo sucedía. El menú principal comenzó a alterarse al compás del apocalíptico suceso que vivían los jugadores que transmitían en redes. El mismo portal, ahora agujero negro, succionaba todo. Literalmente, porque se tragó cada pestaña de la interfaz, hasta llevarse por completo al personaje en sí.

Una música épica acompañaba al nacimiento de un punto en la pantalla, que crecería hasta ser un verdadero agujero negro con estelas violetas a su alrededor. La pantalla quedó oscurecida, pudiendo observar exclusivamente un agujero negro. Los botones no accionaban nada y el videojuego no permitía cambiar de modo o hacer otra cosa que no sea esperar a que algo suceda.

El evento trascendió. Comencé a hablar con amigos para saber qué opinaban y a leer los hashtags en Twitter donde se juntaban reacciones serias, humorísticas y conspiranoicas. Las cuentas de Epic Games Store eliminaron de los banners a Fortnite dejando un hueco negro. El videojuego fue retirado de las tiendas digitales. Las cuentas de Fortnite en redes sociales, eliminaron todas sus publicaciones, cambiaron sus fotos de perfil por un color intrínsicamente negro y en sus banners, el agujero negro.

En Fortnite, el evento consistió en un agujero negro que acababa con todo. En la realidad, el evento generó una alarma por saber qué sucedería con el videojuego. Los jugadores se pegaban a la pantalla, veían directos de gente con autoridad e intentaban buscar una respuesta a los hechos mediante números que iba soltando la pantalla del juego cada cierto tiempo.

El caótico momento, por supuesto, está ligado a una estrategia de marketing. Pero lo importante en todo esto es lo que se llevaron los jugadores: una experiencia. El evento podría haberse agotado por completo en el videojuego: un apocalipsis con 10 minutos de duración, la bienvenida a una nueva temporada, seguido de mensajes entre amigos, “¡Que buen evento!” Pero no. Epic Games decidió ir más allá. Las anécdotas que puedas contar sobre el videojuego estarán ligadas a tu experiencia en la ficción, pero también, en la realidad. “Eran las 20hs y vi un número en la pantalla, en redes sociales lo estaban relacionando con una coordenada que te lleva a la Luna” me comentaba un amigo.

Algo similar sucedió hace un tiempo atrás, en el mismo videojuego. El famoso DJ Marshmello organizó un evento musical dentro de Fortnite. La “entrada” era gratuita, puesto que el videojuego se puede descargar sin pagar nada a cambio.

A una hora en específico, millones de jugadores en el mundo se reunieron en un lugar determinado del mapa. A los segundos, una figura de Marshmello surgía de un escenario para exponer algunas de sus canciones más conocidas.

Los jugadores aplicaban un diálogo entre miradas. Todos estaban allí por lo mismo, cerca de 100 personas reales, disfrazadas a través de un personaje ficticio, en un mundo ficticio, detrás de una pantalla. Pero lo fascinante fue ese método de conexión. De socialización, en cierto punto. Porque esas casi 100 personas jamás se verían la cara y mucho menos se pondrían de acuerdo para una juntada. Pero allí estaban, todos, disfrutando de un videoclip medio interactivo de Marshmello. La iluminación, el sonido, los efectos de holograma, las mecánicas de vuelo. Fueron 10 minutos de música, como ver un videoclip, pero interactuando con los planos y acompañado de nada menos que 90 personas.

Es por ello por lo que reafirmo: los videojuegos son uno de los mejores inventos del siglo pasado. Sin embargo, agrego: lo mejor de los videojuegos siempre está por venir. Porque su capacidad de interacción y ruptura de la cuarta pared ya nos voló la cabeza en los 90’ con efectos de subir el volumen o apagar el televisor, pero se siguen refinando.

En nuestros días, Fortnite se posiciona como un videojuego relevante para el desarrollo de la industria. Es esa obra que logró que todos tus conocidos hablen de videojuegos, que rompió las normas de un free to play y que te sumerge en eventos inolvidables.

Pero detrás de estas espectacularidades, están las personas más importantes para que todo esto sea posible. En algunos casos, con una sola alcanza, pero en la mayoría, son necesarias decenas e incluso cientos de ellas. Es el desarrollador de videojuegos.

El desarrollador de videojuegos toma el lugar de un artista. Es el que dibuja, pinta y esboza a los protagonistas. Es el que “apila cada ladrillo” en ese diseño arquitectónico rompedor. El desarrollador de videojuegos en cualquiera de sus puestos es el artista más infravalorado de nuestros tiempos. Es aquella reencarnación de las mejores mentes del siglo XVIII, donde se esculpía para internalizar un mensaje, para interpelar a cientos de personas.

Todo videojuego tiene, en parte, algo para decir, para mostrar, para internalizar en cada jugador. Es a través de la observación, del tacto y del sonido que podemos sumergirnos en sus mundos interactivos. Hasta que se rompe la cuarta pared. Allí, el artista pasa a ser un Dios titiritero de experiencias.

Pero ser desarrollador de videojuegos no es tarea fácil. La utópica idea que formamos de pequeños en torno a este trabajo se va disolviendo con los primeros contactos en la industria. Poner un pie en este terreno conlleva una responsabilidad y está ligada a lo que uno mismo esté dispuesto a aportar. Porque los videojuegos suben el escalón de la imagen, de la actuación, de la cinemática, del sonido, de los guiones. Pueden llegar a la cima de cualquier producción. Es lo hermoso y al mismo tiempo, agobiante que pueden tener, pero sin dudas, son un medio perfecto para abrir la cabeza, desplegar un camino de creatividades y crear experiencias, esto último, lo fundamental.

Si queres aprender la Historia de los videojuegos para no tropezar con la misma piedra de muchos desarrolladores en el pasado o si te gustaría adquirir conocimientos para desarrollar una obra, te recomiendo seguir a Daniel Belvedere. Un desarrollador de videojuegos de primera, gran conocedor del medio y que, además, le gusta mucho los alfajores (pueden descubrirlo acá).

Código en Fortnite: solojugadores

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Miguel Medina
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