
A mediados de 1985, León Gieco y Gustavo Santaolalla realizaron 450 conciertos a lo largo de todo el territorio argentino: más de 600 actuaciones presenciadas por 420.000 personas, recorriendo más de 100.000 kilómetros en 3 años.
De Ushuaia a la Quiaca fue un proyecto cultural sin precedentes. Consistió en ir a los lugares donde la música misma nace y grabarla allí, en su ambiente natural, para que pudiera conservarse la experiencia propia de cada músico en su lugar de origen.
Respetando esa premisa, los recitales se llevaron adelante sorteando dificultades geográficas y climáticas. Muchos lugares no tenían luz eléctrica, por ejemplo, implementando el uso de un generador ubicado a 200 metros de los conciertos para que no se entorpezcan las grabaciones.
El país se recorrió del extremo sur al norte con un estudio móvil de grabación de 16 canales dentro de una camioneta cerrada. Allí, el ingeniero de sonido Gustavo Gauvry monitorizaba las grabaciones.
Músicos, maestros, alumnos y poetas formaron parte de esta película auditiva que resiste el paso del tiempo.
Una de las anécdotas que trascendieron el proyecto sucedió en Ushuaia, Tierra del Fuego: hacía tanto frío que los micrófonos se congelaban, teniendo que calentarlos antes de iniciar las grabaciones. El proyecto fue tan ambicioso que incluso se emplearon micrófonos holofónicos para captar el ambiente que rodeaba a los cantantes.
Fue en el sur, también, donde se grabó uno de los conciertos más emblemáticos del proyecto. La participación de Isabel Parra en la frontera con chile conmocionaba a una sociedad con cicatrices abiertas de la dictadura militar en Latinoamérica.
La artista se encontraba al borde de la frontera de Chile y Argentina, con el paso prohibido en la presidencia de Pinochet. En medio de ese contexto, cantó En la frontera.
“No perdimos la razón, no perdimos la memoria.
Y nos da felicidad ver las vueltas de la historia.
Se cantan las injusticias, la alegría y la esperanza.
Se canta en todos los tiempos, latitudes y mudanzas.
Sujétenme el corazón que se me va pa’ Santiago.
Apúrense que el dolor es muy fuerte y me hace daño”

Isabel Parra, Sixto Palavecino, Leda Valladares, Gerónimo Sequeida fueron algunos de los artistas que colaboraron en el proyecto De Ushuaia a la Quiaca.
Una anécdota relatada por Gustavo Santaolalla para el canal Encuentro es que, antes de que se inicie el primer viaje, el cantante sentía que era necesario registrar visualmente el enorme proyecto que estaban a punto de emprender.
En primer lugar, contactó a José Luis Perotta, reconocido fotógrafo del Rock Argentino. Sin embargo, la idea se pinchó cuando le pasó un elevado presupuesto para sumarse al proyecto. Allí se acordó de una serie de fotografías tomadas por Alejandra Palacios para la revista Cerdos y Peces. Se comunicó con ella, pudiendo cerrar un trato.
Más de 30 años después, Alejandra Palacios es la mujer de Gustavo Santaolalla.
El proyecto cultural De Ushuaia a la Quiaca será eterno gracias a los registros de cientos de fotos y decenas de horas de video que se fueron publicando posteriormente.
En muchas ocasiones, la música, la danza, la artesanía y muchas otras formas de expresión cultural, se mezclaban para dar forma en plenitud al folclore argentino.
De Ushuaia a la Quiaca mostró la riqueza cultural de nuestro país con mucha ambición. Pero también la desigualdad y la violencia a la que fue sometida el pueblo argentino.
El mismo mensaje, aunque con mayor pulso melancólico, se expuso en el cierre de la película Diarios de Motocicleta. El compositor Gustavo Santaolalla tocó la canción De Ushuaia a la Quiaca, plasmando el sentimiento de que más allá de los paisajes, en las tierras de américa latina habita un pueblo golpeado. Su música acompañó la última escena del film: en blanco y negro, con una serie de rostros de la sociedad de clase baja de américa latina.
Enorme artista, Gustavo Santaolalla, siguió su carrera como productor en Café Tacvba, Divididos, Molotov, Julieta Venegas, Jorge Drexler, La Vela Puerca, etcétera.
En 2006 participó por primera vez en el cine de Hollywood, componiendo la banda sonora de Brokeback Mountain.
En 2007 continuó su camino en la industria del cine, creando la composición musical de la película Babel.
Ganó el Óscar a mejor banda sonora en ambas producciones, dos premios que se suman a los quince Grammy, dos Bafta y un Globo de Oro.

A finales de la séptima generación de consolas, Naughty Dog anunció un nuevo videojuego alejado de la saga Uncharted y ni un poco cerca de Jak and Daxter. Se titulaba The Last of Us, contando con Gustavo Santaolalla como compositor de la obra.
Hacer música en cine y videojuegos no es lo mismo. Una película puede durar una hora y media, dos horas. En ese lapso de tiempo se puede llegar a introducir unos 30 minutos de música original. Gustavo dijo a IGN al respecto: “No me gustan las películas que tienen música todo el tiempo, ya que hace que se neutralice y acabes por no escucharla”.
Entonces, ¿cómo se hace en un videojuego como The Last of Us que puede extenderse a las 14 horas de historia? El artista destacó una característica fundamental de este medio en una entrevista para PlayStation Blog: “Una cosa interesante de los videojuegos es que a veces se lleva a cabo un proceso de deconstrucción de los tracks. A lo mejor entras en una parte del mapa y solo suena una de las capas, luego se suma una, se quita otra… Esto ya es parte de los programadores que han trabajado con mi música y que consiguen que haya largos tramos en que esta no se repite” lo cual permite grabar dos horas de música para usar en más de diez horas de videojuego.
La música de Gustavo Santaolalla siempre ha tenido un desencadenante emocional en sus oyentes. La canción más conocida de The Last of Us lleva el mismo nombre del videojuego, sonando en múltiples momentos de la narrativa.
En la presentación de The Last of Us 2, Gustavo Santaolalla reveló la primera canción del videojuego con un Banjo, tocado a su manera, manteniendo intacta la identidad construida en la primera entrega.
Identidad es un concepto que siempre le preocupó a Gustavo. Es difícil pedirle al compositor que se despegue del folclore argentino al momento de crear la banda sonora para una película norteamericana, por ejemplo.
No cantó en lenguaje español, pero sí compuso en su característico lenguaje musical, emocionante, que cruzó las fronteras del mundo con Babel, Brokeback Mountain, Diarios de Motocicleta o El libro de la vida.
Pero con The Last of Us, además, se rompieron muros generacionales. Adolescentes y adultos conocieron el instrumento que sirvió de pluma para guionar con notas musicales el proyecto De Ushuaia a la Quiaca: “El ronroco se convierte en una parte importantísima de mi vida” dice Gustavo en Capitulo 1 de Los 1001 Mundos de Gustavo Santaolalla.
Gustavo no sabe por qué eligió el ronroco para componer la banda sonora de The Last of Us, pero estamos seguros de que su identidad está latente en el tema principal de la obra, con el ritmo 6×8, mismo que se usaba en las chacareras de nuestro país.
Finalizando una entrevista para el Diario Los Andes, Gustavo comenzó a tocar De Ushuaia a la Quiaca con su ronroco. La canción, que fue obteniendo un gran peso emocional con el paso de los años hasta convertirse en uno de los temas más importantes de nuestra cultura, sufrió una leve modificación en su inicio: Gustavo Santaolalla fusionó The Last of Us con De Ushuaia a la Quiaca.
Gustavo Santaolalla, con su ronroco.
De Ushuaia al resto del mundo.
Fuentes consultadas:
- Gustavo Santaolalla: De Ushuaia a la Quiaca y de Hollywood a Quito – El Comercio
- De Ushuaia a la Quiaca – La Nación
- Gustavo Santaolalla: Mi vida puede ser una road movie – La Nación
- Encuentros de Ushuaia a La Quiaca / Punto de Partida – Encuentro
- De Ushuaia a la Quiaca – TV Pública
- De Ushuaia a la Quiaca – Leongieco.com
- Entrevista con Gustavo Santaolalla – PlayStation Blog España
- The Last of Us: Entrevista con Gustavo Santaolalla – IGN España
- Capítulo 1 de “Los 1001 Mundos de Gustavo Santaolalla” – Youtube: Gustavo Santaolalla
- El ronroco, su instrumento favorito – Youtube: Los Andes Diario
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