El parkour se lleva la victoria en este juego. El libre movimiento y la posibilidad de trazar nuestros caminos en los tejados de la ciudad nos regala una experiencia única. Pero hay algo que potencia esta mecánica, y es el diseño artístico aplicado a cada escenario.
La ciudad se creó con un diseño minimalista. El mundo lo vemos teñido de blanco, reflejante de aquellos sentimientos apagados. En ocasiones podremos ver algunas “pinceladas” de verde, azul, amarillo o rojo, este último para resaltar el camino más rápido para avanzar en la historia. Pero el blanco, la misma nada, es lo que predomina. Es lo que hay, una ciudad sin vida.
El acompañamiento musical es lo suficientemente bueno como para disfrutar nuestras carreras en los tejados, pero hay que destacar la calidad de sonido ambiental que nos rodea de distintas formas, dependiendo el ambiente que estemos pisando. En las afueras, las aves, los policías y la brisa será lo más oído. Dentro de las instalaciones, el sonido se oprime hasta darnos una sensación de encierro, con un silencio atenuante y un eco que acompañará nuestros pasos. Pero el sonido que más nos marcará será el de nuestra protagonista: su respiración cambiará con cada ritmo y los pasos que demos se escucharán como si realmente estemos allí, en ese mundo, siendo la resistencia.
Los puntos más flojos de Mirror’s Edge son la duración (alrededor de siete horas) y la rejugabilidad. El juego cuenta con un modo extra donde la principal premisa es recorrer un escenario en el menor tiempo posible, pero son fragmentos de la misma campaña, algo que puede aburrir instantáneamente a cualquier jugador.
Como experiencia está muy bueno, es algo diferente y divertido, por mas que la historia mucho no me haya gustado me sigue pareciendo un juegazo!